DIARIO DEL DESBORDE

     
                                                         
(J. M.W Turner, Tormenta de nieve sobre el mar)
   
        Sos una ametralladora de tu deseo, una marejada que inunda todos los espacios, que se mete por la nariz, los ojos y la garganta dejando la piel en carne viva. Ya no se te puede tragar, la sal arde en las heridas que tu propio caudal provocó. Marea el vaivén de tu marea que se lleva todo y a todos a los tumbos. Pero percibís el movimiento de los demás y pensás que bailan acompasados con vos. Cuando tu delirio se exacerba, te persuadís que sos vos quien acompaña y que los otros te guían en ese ballet frenético. Te equivocás, los otros no son más que cosas que suben, bajan y giran arremolinadas en tu desborde acuático. De vez en cuando, alguno con gran fuerza de voluntad logra salir a la superficie, respira, intenta flotar, alejarse un poco. Pero a vos eso te fastidia. Tenés la certeza de que no había nada más amoroso que tu danza lunática, te convenciste de que lo arrullabas con tus canciones de cuna. Te equivocás, nadie puede siquiera oírte, no pueden escuchar tu música sumergidos debajo de tanta agua, hundidos en ese mar que es solo tuyo. No lo compartís con nadie, no acompañás a nadie, pues todo lo has engullido. No comprendes por qué necesitan salir a la superficie, como si el deseo urgente de una bocanada de aire fuera similar a una huida y la víctima sos vos, abandonada en el desamparo. Te equivocás, respirar no es más que la expresión contundente del tenaz afán de aferrarse a la vida. Pero no entendés el apetito ajeno, pues no hay voracidad más grande que la tuya, ni mayores oleajes que los de tus fauces omnívoras. Así las cosas, entrar en vos casi siempre será fácil, y salir de vos, imprescindible.-

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