Desde mi nube




Este año aprendí que las paralelas se cruzan en el infinito, pero que no es lo mismo que se crucen a que se encuentren; y el infinito, claro, nunca es aquí y nunca es ahora.
Que la nostalgia puede ser tan maravillosa como irreal, y muchas veces su presencia se perfila siniestra en ciudades frías, grises y de piedra. Que aún ahí sale el Sol y que no hace falta correr hacia las cúpulas para encontrarlo. Pero, aunque se lo encuentre, no se lo tiene.  Y cuando menos se lo tiene, más profundo se nos incrusta. Y cuando más profundo se incrusta, más irreal se vuelve. Pero cuanto más irreal se vuelve, más existe y más molesta. Y así es como la existencia deviene en fantasía, o la fantasía en existencia. 

Aprendí, entonces,  que vivo en mi nube, aireada, vaporosa, superficial, a veces perfumada, otras veces no tanto: nube de pedos, en resumidas cuentas.
Que no suelo ser buena para las metáforas; y que cuando creo que lo soy es porque solo yo las entiendo. Que el encuentro amoroso tiene que ver con ellas, pero el desencuentro, mucho más. Que en realidad no importan las metáforas sino el interés mutuo en comprenderlas de manera recíproca. Que el lugar común es la lengua, siempre; y no solo para los versos, y no solo para los besos.

Este año aprendí, entonces, que nunca hablé tu idioma y que nunca hablaste el mío.Tengo una sola resolución para el año que viene: entablar una conversación en serio. Creo que sería el primer paso para achicar el infinito y ver si, al fin, las paralelas se encuentran...en algún aquí, en un próximo ahora.





*Tomé esa foto en el techo de la Catedral de Milán, cuya construcción demoró cinco siglos y  valió la pena.

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