La delgada línea roja entre la metafísica y la burocracia

Dolor de panza, diarrea, urticaria, dolor de cabeza, palpitaciones, sudoración, imposibilidad de pensar en otra cosa, ansiedad. ¿Examen final? No, gracias a los dioses del Olimpo, al perro y a Sócrates ya no pasaré más por una situación de esas (o al menos no como estudiante rasa). ¿Aparición repentina del amor de la vida de una y ese tipo de cosas? Menos que menos. Es la burocracia el mal que me consume, es la angustia por los sellos que faltan, por las firmas pendientes, por las hojas sin destino, por caer de la planilla, por la 
intermitencia del sistema informático y los turnos que se agotan. Es el desconsuelo ante la desaparición de los certificados, la falta de resoluciones, la espera de "providencias internas". Es el ruego desesperado a la Providencia para que no deje que emerjan de los interiores del infierno diablillos eficientes para  traspapelar e ineficaces en todo lo demás.


 Pero, ¿por qué semejante aflicción? No son más que papeles inútiles que no dicen, realmente, nada de lo que uno es o sabe o deja de ser y saber. Lo que pasa es que vivimos  en un mundo en donde lo real no interesa, donde la única  referencia a los hechos debe ser alguna autoridad ¿competente? que los establezca como tales con sello, papel y firma. No es sencillo escapar de ese mundo. Entonces, la angustia que me habita, en el fondo, es la angustia por el no ser,  o por el ser casi nada... ¿vieron?

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